De laude Pampilone Epistola, o Elogio de Pamplona, es un testimonio escrito que se conserva y que describe someramente la ciudad de Pamplona (Navarra) como una ciudad cristiana[1] y su territorio. Se encuentra interpolado en el Códice de Roda, un manuscrito de antes de 992, e incluye las llamadas Genealogías de Roda y la Epístola del Emperador Honorio entre otros textos.
El texto fue escrito probablemente por un clérigo y adopta reminiscencias bíblicas; la datación de la redacción original está discutida. Para el profesor Ángel Martín Duque habría habido «una participación directa o indirecta del obispo Sisebuto en la preparación del códice». Apunta a que los detalles de incluir un obituario de prelados pamploneses del siglo X y de la toma de posesión de la sede del propio Sisebuto en el 988 serían argumentos que explicarían tal participación.[2]
Desarrollado en la Baja Edad Media, este tipo de creaciones proviene de la antigüedad clásica y su uso fue muy extendido, encontrándonos con textos similares con elogios de Castilla (Poema de Fernán González y Speculum Regum de Álvaro Pelayo), de Valencia en Eiximenis, de la Casa de Aragón en Muntaner o del Reino de Aragón en Fabricio Vagad, entre tantos otros.
El laude, en un ejercicio de significación simbólica alejado de una descripción realista,[1] ensalza las raíces romano-cristianas de Pamplona a la que llega comparar con Roma.[3] Es un elogio similar a otros surgidos en Europa occidental en las mismas fechas y utilizado para reafirmar la identidad de una naciente monarquía pamplonesa.[1]
Según Muruzabal, el documento está escrito en un latín desastroso, lo que dificulta su interpretación.[4]
Hay discrepancias en la fecha de la redacción original del documento y en la interpretación de la palabra vaceis utilizada en el mismo como los enemigos de Pamplona.
Diversos autores lo datan en época visigoda: José María Lacarra,[5] Armando Besga Marroquín[6] y Koldo Larrañaga Elorza.
Para Muruzábal,[4] Martín Duque[3] y Jimeno Aranguren,[7] el texto es del siglo X, creado para legitimar la naciente monarquía pamplonesa.
Para algunos autores "baceos" se interpreta como "vascones".[5]
Muruzábal también traduce vascones con diferente interpretación:
El profesor Miranda García «apunta a que el empleo del término baceos no supondría sino otro recurso literario clasicista» para referirse a los vascones.[8]
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